9 ago 2007

Historia de una subida y una bajada


Este fin de semana pasado se nos ocurrio dar rienda suelta a nuestras ansias aventureras, asi que reservamos dos dias para escalar el monte Karisimbi, un volcan extinguido que tiene la friolera de 4,507 metros de altura. No queriamos ver gorilas (500 dolares por persona por ir a verlos es un buen motivo para la indiferencia ante su extincion), queriamos poner nuestros pies en la selva de montanya y pasar una noche al amparo de las lianas, asi que pedimos un guia y una escolta armada y nos fuimos a Ruhengueri, el pueblo al pie del Volcanoes National Park. La noche que llegamos nos alojamos en un albergue cristiano donde nos sirvieron una estupenda cena... ahi comenzo nuestro particular via crucis. A la manyana siguiente, con un caldero de agua para ducharnos, nos pusimos en marcha en un Land Rover alquilado hacia el pie del volcan junto con un companyero nuevo de viaje, Mike, un americano que tuvo la misma feliz idea que nosotros. En el horizonte se elevaba una inmensa mole, tan grande que no cabia en el encuadre de la camara, la montanya mas grande y mas ancha que jamas habia visto hasta el momento, cual fue mi sorpresa cuando me dijeron que ese no era el Karisimbi, sino el Bisoke; el Karisimbi se alzaba hacia el oeste, con un tamanyo y una altura que hacian parecer al Bisoke un soufle malparido.
Recuerdo con una sonrisa en los labios aquellas peliculas de Tarzan, donde los malvados hombres blancos que iban a joderle la vida a los elefantes llevaban un sequito de porteadores negros que siempre acababan cayendo por precipicios, siendo devorados por fieras, despedazados por tribus hostiles, aplastados por elefantes... nosotros no llevamos porteadores, craso error, porque por unos miserables 10 dolares que valia cada uno, nos hubiesemos ahorrado muuuchas dificultades, asi que un consejo por si alguna vez os vais de excursion a la selva: que lo lleve el negro, miles de imperialistas no podian estar equivocados (ademas, tienes la satisfaccion de estar manteniendo un puesto de trabajo). Os lo recomiendo con todo mi corazon, llevad porteadores.

La subida fue infernal, tardamos cinco horas en llegar al campamento, situado en la cota de los 3,600 metros. Durante las dos primeras horas el camino fue duro, el equipo pesaba una barbaridad y habia que subir laderas empinadisimas, a veces habia incluso que escalar. Las tres horas siguientes fueron las mas agotadoras de mi vida. Comenzo a llover de forma torrencial, canyadas, esplanadas, riachuelos, barrizales, jungla, jungla, jungla y mas jungla, y todo cuesta arriba, cada vez mas empinado, a cada paso mas cansado; pasados los 2,500 metros ya no sabia si me asfixiaba por la baja concentracion de oxigeno o porque tenia los pulmones encharcados de agua o porque ya no me quedaban fuerzas ni para respirar. Llegamos totalmente rotos al campamento, y por suerte, dejo de llover. Estabamos calados hasta los huesos, embarrados hasta la cintura y lo unico que ansiabamos era una hoguera donde poder reconfortarnos. Montamos la tienda, y (oh, sorpresa!) resulto que la lluvia habia calado en nuestras bolsas, mojando ropa y sacos de dormir, pero ya estabamos demasiado cansados como para preocuparnos, y nos echamos a descansar hasta que los soldados empezaron a encender la hoguera.
Encender hogueras con madera mojada, sobre tierra mojada y en un ambiente que mas que humedo estaba mojado no es facil; tres horas se tardo en lograr la proeza de que prendiesen aquellas ramas, ya hacia tiempo que habia anochecido. Hacia un frio de muerte, solo al lado de la hoguera uno podia disfrutar de algo minimamente parecido al comfort. Mientras nos secabamos al calor de la hoguera estuvimos de chachara con los soldados. Cuando por fin nuestras botas estuvieron secas, cenamos y nos fuimos a dormir, justo a tiempo, porque empezo a llover de nuevo... toda la noche...
Nos levantamos a las 5 de la manyana, no nos despertamos, simplemente porque fuimos incapaces de dormir, entre el frio, la lluvia, los truenos, el viento y la humedad no habia quien pudiese dormir ni cinco minutos seguidos. El panorama era desolador, los ultimos 900 metros habia que hacerlos escalando, bajo una intensisima lluvia, para luego encontrarnos con la cima cubierta de nieve. Sopesamos las opciones: subir bajo aquella tormenta con la unica ropa seca que nos quedaba para (en el caso de que la nieve nos dejase llegar a la cima) no ver absolutamente nada desde la cima o quedarnos. He de decir que por primera vez en nuestra vida, mi hermano y yo tomamos una decision racional en una situacion de ese tipo, nos quedamos, y nuestra racionalidad fue recompensada cuando tres horas despues, el guia bajo con Mike (que habia decidido intentarlo) vencidos porque la nieve bloqueaba el paso. Tras recoger las tiendas y el equipo, y desayunar un poco, llego el momento de bajar.
Estabamos rotos de cansancio, dormidos, se nos habia acabado el agua, hacia un frio de la leche, llovia a cantaros... fueron cuatro horas de bajada, sorteando rios improvisados, atravesando pantanales, bajando por coladas de barro, saltando, deslizandonos, resbalando y cayendo. A cada paso que daba me preguntaba como demonios habia conseguido subir aquello el dia anterior (la verdad, hoy me lo sigo preguntando), y lo peor no era el cansancio, era el dolor. Tenia la espalda destrozada de haber cargado montanya arriba, durante cinco horas con la mochila y un bidon de agua de 5 litros (ay porteadores!). No paro de llover hasta que llegamos al pie de la montanya, para entonces lo unico que me reconfortaba era pensar en una ducha caliente y una cama mullida, sin embargo a nuestro guia se le ocurrio la genial idea de desviarnos para atravesar... un excitante campo de cultivo de patatas. Los motivos por los que aquel hijo de satanas nos desvio dos kilometros de nuestra ruta los sabra el, y he de decir que el trecho por entre las patatas fue el mas penoso de todos por ser el mas aburrido.
Al llegar al autobus de linea, mojados, embarrados, torcidos y de mala hostia, aun tuvimos que pelear para conseguir unos buenos asientos; hicimos el trayecto de Ruhengeri a Kigali (3 horas) con los pies nadando en nuestras botas. Al llegar, tortilla de patatas, ducha y a la cama.

Esto hay que vivirlo, por mucho que me esmerase en explicarlo, describir lo que se siente subiendo ese volcan es insuficiente. A cada paso que daba, un cuadro, una obra de arte rociada por la lluvia, los sonidos de la jungla, la vida que bulle por todos lados, todo fue increible, y lamento no haber podido tomar muchas fotografias, porque la lluvia era tan fuerte que sacar la camara era arriesgarse a que se estropease. Todo el sufrimiento valio la pena, es mas, sin sufrimiento no habria sido tan especial. Eso si, como bien se dijo durante el ascenso "la proxima vez gastare el dinero en un spa".

2 comentarios:

achopou dijo...

q grande...
deberías d llevar detrás a un fulano con un radiocassette con la música d indiana jones detrás.

acabaríais hasta los huevos de john williams.... pero y lo propio q t iba a qedar??

si encontrais el arca de la alianza, malo será q no le saqeis beneficio en el stand, jeje

un saludo selvático tío

Anónimo dijo...

"miles de imperialistas no podian estar equivocados" Gran frase.
Chin XDDD muy buena la idea de llevar esa banda sonora.

Espero que te fumaras un porro o te vevieras al menos una cerveza, para ver como cunde eso en las alturas. En el pueblo de mi padre, que no anda lejos de los 2mil metros, llegamos a esa conclusión después de años de experimentación. Realmente, se nota la diferencia.