9 oct 2008

Bélgica y los belgas

Cuando me empecé a plantear las vacaciones de este año, mi madre me salió con pasar 10 días en Bélgica, cosas de reuniones familiares. La verdad, para qué reunirse en el hogar, en torno a la mesa familiar cuando se puede uno reunir en un pais extranjero, en torno a unas ollas de mejillones?, porque los belgas comen mejillones, un montón, y nada de gofres y chocolate, eso se lo dejan a los turistas. La verdad es que se lo han montado muy bien; durante estos 10 días no he visto a un maldito belga gordo, son todos más bien delgaduchos. Esto me ha llevado a pensar que los belgas han ideado dos industrias paralelas encajadas en su plan para dominar el Mundo: el chocolate y la cerveza. Da la impresión de que los belgas se han propuesto subyugar al resto de europeos haciéndoles engordar y provocándoles diabetes y enfermedades coronarias de una manera muy ladina, producen un chocolate fino y delicioso, adornado con todo tipo de aromas y sabores y en plena zona turística te plantan cincuenta tiendas de bombones y así el pobre turista no puede evitar caer en la tentación de comprar kilos y kilos de rico chocolate para desgracia de su figura y la de sus amistades (que recibirán su dosis mortal en forma de souvenir). Lo de la cerveza es un escándalo, hay tal variedad y están todas tan buenas que uno se plantea el irse a vivir allá sólo por tener tiempo para ir probándolas. Entras en un restaurante y, sospechosamente, mientras en la carta hay cuatro páginas dedicadas a enumerar cervezas, los belgas están sentados a la mesa con agua o un vino, excepcionalmente tienen una pilsen ligera a la que le dan sorbitos cortos. Sólo los ves cargados (hasta los topes) de birra cuando salen de noche (es decir, cuando saben que se van a poner tan ciegos que van a vomitar). El belga exporta cerveza y chocolate mientras en su casa masca mejillones holandeses y bebe vino francés, y mientras el resto de europeos nos dejamos seducir por los cantos de sirena de su mesa ellos hacen deporte sobre sus bicicletas y comen saludablemente. Definitivamente los belgas son unos cabrones.
Los belgas son gente enamorada de su trabajo, es difícil verles trabajando alguna vez, pero eso es sólo porque se pasan el día suspirando al vacio y escribiendo poemas de amor y notas de agradecimiento a sus jefes. Para evitar empacharse de tanta felicidad, los comercios abren a las 10 y a las 17 ya están cerrados casi todos, los restaurantes abren 4 días a la semana (los que tienen calendario de apertura, otros simplemente abren cuando les da la gana), extensible a los puestos ambulantes de comida (ay, los escargots!!!) en los que se suele trabajar dos horas los días que se trabaja, aunque sin duda, las más comedidas en su trabajo son las cajeras (y cajeros) de supermercado. Siempre he creído que el trabajo más tranquilo y relajado del mundo era el de probador de colchones, ahora sé que comparado con ser cajero en Bélgica es un trabajo harto estresante. Uno les mira y acaba adormecido admirando la gracilidad y parsimonia de la que hacen alarde para pasar un simple paquete de galletas por el escáner, son gente curiosa y les gusta observar detenidamente cada objeto que llega a sus manos para componer poesía (por cada pieza, un haiku, excepto por las bolsas de fruta, a las que les dedican no menos de un soneto). La verdad, viéndolos uno no puede más que sentir que eso es lo que quiere hacer en los últimos años de la vejez, cuando las fuerzas ya nos abandonan y sólo buscamos la placidez y la reflexión.
No todo es malvado en el país de Tintín, no todo son soberbios chocolates y poderosas cervezas, también tienen un magnífico gusto para programar música. En los diez días que estuve, allá donde sonase una radio o un hilo musical no paraba de encontrarme con David Bowie, Kylie Minogue, Aretha Franklin, Supergrass, White Stripes, Guns’n Roses, France Gall, Rolling Stones o Cramberries (mención especial para la tasca asturiana donde ponían Manolo Escobar y Joselito), es decir, variado y bastante bueno. En concreto querría destacar el hilo nusical del metro, que suena mucho mejor que cualquier garito del Orzán en Coruña (botellón al metro de Bruselas, que además te dejan beber en el andén pero no en el vagón).
Otra cosa buena que tiene los belgas es su sentido del humor, del que no hacen alarde ni en conversaciones, ni en series ni en teatros, todo lo reservan para hacer carteles. Uno va por el metro seguro incluso siendo un bohemio, porque los carteles de las escaleras mecánicas le advierten que su larga bufanda puede enredarse en el mecanismo y estropearle el día. En los carteles de la estación se dirijen a los usuarios de esta guisa: “la señal sonora no está para animar la estación”, “los pasamanos no están para decorar” o “la línea de seguridad no está para hacer bonito”. Son unos cachondos mentales, si algún día he de diseñar un cartel se lo encargaré a un grafitero belga.


3 comentarios:

achopou dijo...

cuanta envidia verde supura de mis poros cerveciles!!

"si algún día he de diseñar un cartel se lo encargaré a un grafitero belga"
pardiez gabriel!! a qué esperas? ya mismo!!
el nombre se lo sacaste a un publicista por una frase, que menos que sacarle el logo de la empresa a algún belga irredento con ganas de chapas.

"están locos estos belgas", que diría mi buen obelix.

disfrutalo mucho y un abrazo

p.d. por mucho que digas de vida sana, sigo queriendo toda una abadía trapense con su magna bodega para mí solito.

alterego dijo...

En belgica lo hacen así, ya lo decina en Austin Powers. Esta clarisimo ese transfondo conspiratorio para la dominación mundial, pero no contaban con algo, que yo me adelantaré a ellos bwahahaha, voy a tomarme mis pastillas y ponerme la camisa de fuerza....

Anónimo dijo...

como estás mon amour!!! no tenía ni idea de esa conspiración belga! Lo de las gofres no me lo trago, que la mejor gofre de mi vida me la comí en Deinze o un pueblo del estilo. Lo del praliné puede que sea cierto. Uhm.

Muchos besos!! tqm!!!